Ayer me quejé de los vendedores ambulantes, pero hoy tuve que sentir compasión por un par de ellos: Decidimos comenzar el día con un paseo en elefante, asi que la maňana nos encontró haciendo cola (un lugar ideal para los vendedores ambulantes) detrás de un grupo de turistas iraníes que incluía unas cinco mujeres de unos 50 aňos de edad. Como buenas persas, el encuentro con los vendedores ambulantes despertó en ellas el instinto de compraventa, y por los próximos 30 minutos nos dieron una demostración en vivo de lo que es negociar con pasión, incluyendo gritos, arrebatos, lanzar las mercancias al suelo, o arrebatar un par mas de figuritas para aňadirlas a sus bolsas. Al final todo el mundo pareció estar contento, pero una mirada al rostro de los vendedores me dejo ver que sus nervios estaban destrozados (una de las seňoras en el ultimo momento decidió que queria comprar algo mas, lo que causó una desbandada general de vendedores en un radio de al menos 500 metros :).
(Here is a liberal translation of the previous history, for those of you who are still learning Spanish, because this is a story worth hearing: Yesterday I had complained about the aggressiveness of the hawkers, but today I had to feel for a few of them. We had decided to take an elephant ride up to the Amber Palace, so by 8 am we were in the long line of tourists who had the same idea—a fertile hunting ground for hawkers, who fell upon us with offers of turbans, scarves, and metal handcrafts. Just in front of us were a group of Iranian tourists, which included a half dozen middle-age ladies. Their Persian trader instincts were immediately aroused by the pack of wolves (they regarded them lovingly as puppies in need of training) that fell upon us. For the next half hour, then, we were treated to a masterful demonstration of how trade really is done. The ladies were ruthless, alternately shouting and begging, throwing the wares away in disgust, grabbing for a prized article in the last minute and adding it to the bag whose prize had already been negotiated, playing with the hawkers like a virtuoso would play a violin. At the end the business was concluded to everyone’s satisfaction, but I new from the haunted eyes of the hawkers that their nerves were raw. And then in the last moment one of the ladies decided that she wanted to buy something else, and she called to the hawkers, which sent them scurrying away like rabbits being chased by a hawk. It was a thing of beauty! :)
La idea de pasear en elefante es atractiva, pero formar parte de una caravana de 100 elefantes que suben en majestuosa procesión al Castillo de Amber, en las colinas que rodean la ciudad de Jaipur, es una experiencia que facilmente te transporta a 1750, cuando el Maharaja de Jaipur ejercía el dominio absoluto sobre una región de unos 10,000 kilómetros cuadrados famosa por sus minas de esmeraldas. El Maharaja habilmente estableció una alianza matrimonial con los Mogules de India musulmana, asi que felizmente reinó de manera independiente hasta la llegada de los ingleses a comienzos del siglo XIX.
Nuevamente el Maharaja reinante llego an un acuerdo con los “colonizadores”, y por la suma de medio millón de rupias de tributo anual a la corona británica, mantuvo su independencia como governante de su territorio. Considerando que arreglos similares fueron establecidos con muchos de los 750 reinos existentes en India en esa época, es facil ver porque los británicos se aferraron a la posesión de la India con tanta tenacidad.
El palacio/castillo es ciertamente maravilloso, con su palacio de los espejos, el jardín del azafrán, el serallo, y los inumerables recovecos que son tan amados por los hindues.
En la tarde fuimos a visitar el palacio de la ciudad, en donde el maharaja actual tiene su residencia (como heredero de muchas de las tierras de sus ancestros, el maharaja sigue siendo una figura importante en la ciudad, pero hoy en día no tiene ningun cargo político o administrativo). Una historia interesante está asociada a dos enormes barriles de plata que se muestran en el museo del palacio. El maharaja reinante decidió ir a Londres, a visitar a la reina, pero en los preparativos alguien le dijo que el agua en Londres era muy mala para el estómago, asi que mando forjar esos dos enormes barriles para transportar con él agua del río Brahmaputra para su uso diario. Se necesitó el mas grande de los elefantes para cargar los barriles hasta el puerto de Bombay, y de ahí por los siguientes seis meses el maharaja no bebió otra agua que la que había traido consigo de la India. Por supuesto a la hora del regreso hubo que hacer algo con los enormes barriles, asi que los llenó del major whisky escocés!
Después fuimos al observatorio, que es una impresionante colección de estructuras dedicadas al estudio de la astronomía y la astrología (la ultima aun juega un papel importante en la vida de los hindues). Es un lugar muy impresionante, que demuestra el profundo conocimiento que los hindues del siglo 18 alcanzaron en esta rama. La “escalera que lleva a ninguna parte” apunta directamente a la estrella Polaris, o sea al norte astronómico.
Para terminar el día nos fuimos a pasear en rickshaw por la ciudad (de locura!), deambulamos por la orilla del lago, y finalmente encontramos un cómodo restaurant para la cena. En esas estabamos cuando un par de músicos comenzó a tocar musica tradicional, y esta guapa chica comenzo a bailar para el gusto de los comenzales. India no deja de sorprendernos!
Wednesday, February 20, 2008
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